El 31 de enero de 2008 se cumplirán cien años del natalicio del maestro Don Atahualpa Yupanqui. Este poema suyo sirve de homenaje a su figura, así como también de ejemplo de rigurosa ética del que abraza el oficio de cantor:
Nada resulta superior al destino del canto.
Niniguna fuerza abatirá tus sueños,
porque ellos se nutren con su propia luz.
Se alimentan de su propia pasión.
Renacen cada día, para ser.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
El alma de la tierra, como una sombra, sigue a los seres
indicados para traducirla en la esperanza, en la pena,
en la soledad.
Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo de la tierra
si comprendes su sombra, te espera
una tremenda responsabilidad.
Puede perseguirte la adversidad,
aquejarte el mal físico,
empobrecerte el medio, desconocerte el mundo,
pueden burlarse y negarte los otros,
pero es inútil, nada apagará la lumbre de tu antorcha
porque no es sólo tuya.
Es de la tierra, que te ha señalado.
Y te ha señalado para tu sacrificio, no para tu vanidad.
La luz que alumbra el corazón del artista
es una lámpara milagrosa que el pueblo usa
para encontrar la belleza en el camino,
la soledad, el miedo, el amor y la muerte.
Si tú no crees en tu pueblo, si no amas, ni esperas,
ni sufres, ni gozas con tu pueblo,
no alcanzarás a traducirlo nunca.
Escribirás acaso, tu drama de hombre huraño,
solo sin soledad...
Cantarás tu extravío lejos de la grey, pero tu grito
será un grito solamente tuyo, que nadie podrá ya entender.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
Y al llegar el final, tendrán su premio, nadie los nombrará.
Serán lo anónimo,
pero ninguna tumba guardará su canto.
Atahualpa Yupanqui (Pergamino 31 de enero de 1908 - Nimes, Francia, 23 de mayo de 1992)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario